jueves, 8 de enero de 2009

¿Silencio penetrante?

En Realidad le temo a la muerte. Muchas veces me he encontrado indefenso, lleno de lágrimas y cubierto de un sudor tan helado que traspasa mi piel. Suelo cuestionarme lo que muchos tal vez nos hemos preguntado alguna vez, la relatividad de la vida con respecto a la muerte, e incluso repasado tiempo fantaseando con la inmortalidad y heme acá ahora frente a un papel pensando en lo poco he o voy a valorando mi vida, cuantos cigarrillos han ido acabando con mis pulmones, cuantas discusiones han alterado a mi sistema nerviosos central o las malditas despreocupaciones frente a los problemas de la vida y suelo atormentarme con la escalofriante idea de morir. ¿Es posible el silencio eterno? O llegar a una vida alterna donde cosechas lo que has sembrado por todo el tiempo. Al pensar en esto suelo sentir un gran vacío, una gran desesperación; el miedo me invade, rasgo mis brazos provocando un leve dolor que distancie por momento esa idea que me consume tontamente, la idea de pensar que la materia se acaba, que ya nada existirá, que todo será oscuridad para siempre y si digo para siempre, es para siempre, un hasta nunca, esa horrible sensación que en estos momentos inflama mis ojos, es mi gran tortura, temo al no existir, el no sentir y un cuestionamiento me invade ¿para qué vivir?, quede claro que este no es un pensamiento suicida, sino un grito de desesperación que impida rasgar nuevamente mis brazos e incluso mi pecho.¿Qué solución buscar? ¿Qué hacer para encontrar la respuesta que tanto añoro?
Soy deísta, lo acepto, a veces temo del que será, en realidad no es a veces, es siempre. Hablo con un Dios buscando una respuesta, una señal y el silencio nuevamente se apodera de mi sala. La sensación vuelve a amenazar, esa sensación que uno siente cuando piensa que ha perdido algo multiplicada en mi pecho me ataca por oleadas cada cierto tiempo, tengo que aceptar que muero de miedo (muero ¿irónico no?), como repito temo al silencio, al nunca jamás, al no sentir, al no respirar y ya no seguir girando como lo hace la tierra. A veces encuentro alguna esperanza que suele derrumbarse con un jalón de sentimientos, esta acción fue inspirada por una película y es ahora cuando la intranquilidad se apoderó de mi. Acepto que he derramado unas cuantas lágrimas y me he dañado para suplantar ese sentimiento, me sentí solo en el mundo y no hablo de compañerismo, si no hablo del sentido de la vida, de la muerte a la que siempre en mente huyo, pero que lentamente atraigo, con los descuidos y la maldita estupidez y no puedo incluso prometer separarme de las cosas que me van a acercando a mi gran temor, aunque suena algo incongruente, lo seguiré haciendo, así los dolores hagan dueño de mis órganos. Tengo miedo a lo que vendrá, quizás por eso odio el silencio, no quiero oír el silencio hasta el momento necesario, el momento en que todas mis ideas sean erróneas y que la sonrisa me invada sin un silencio penetrante.

martes, 6 de enero de 2009

El amargo

A veces, solo a veces, cuando suelo sentirme solo quisiera estar a tu lado y observarte , susurrarte al oído lentamente cuanto te extraño, pues lo hago, no tan seguido como lo imaginas pero de vez en cuando, cuando lo hago suelo suplantar tu rostro con algún nuevo recuerdo que sonríe a lo lejos sin pensar que exististe y aun vives.

Una gota de trago amargo se deslizaba por mi barbilla tras un leve descuido mientras te escurrías en mis pensamientos tan tontamente. La bohemia natural se apoderaba apresuradamente de mis venas. Salud!!! Repetía constantemente cada vez que el vaso llegaba a mis manos. Pesé repentinamente en lo ridículo que me veían mientras cantaba a gritos leves una canción un tanto conocida, mientras la conversación gira en torno a los baños del Inca y por descuido derramé un tanto de licor por mis pantalones, bebí un sorbo largo, mientras un cuadro de cristo me devolvía una mirada huraña, encendí mi sexto cigarro de la madrugada y una anécdota hizo reaccionar mi sistema nervioso simpático provocando una leve sonrisa. El cigarro se ahogo en un vaso en donde ya habitaban otras colillas consumidas, mientras Feliciano sonaba en la radio de un CD un tanto cantinero que daba vuelta en mi subconsciente atormentado, el séptimo ahogaba mis pulmones lentamente, quizás las revoluciones de una luz navideña limitaba mis sentidos. El alcohol se consumía sagazmente. Es tiempo de terminar mi relato, pues temo llegar a las incoherencias que le alcohol brinda, disculpe lector pues mis reflejos andan contra mi voluntad… espero no llegar a aburrirlo pero me parece interesante que llegue al final de este torpe relato…
Enjuague mis labios con el amargo alcohol nuevamente y proseguí con la lenta tertulia…