viernes, 2 de octubre de 2009

La casa en el cielo

La casa en el cielo

En tiempos pesados como los que nos tocó vivir no por destino propio, si no por destino, a secas, se encuentran rodeados de problemas y papeles; de exámenes y llantos, de preocupación y cansancio, sin razón o con mucha razón, se quedan un buen tiempo observando su rostro, pensando en juegos de niños que nos hacían reír e incluso temblar, a oscuras o escondidos, en la calle o dentro de la casa, donde uno era feliz estando sucio, cuando el trago más estimulante era un buen vaso de leche caliente antes de dormir, cuando los dibujos eran más importantes que el amor, donde aprendieron a ser hombre o mujeres, donde se conoció el llanto como la sonrisa, cuando todo era grande y nosotros éramos pequeños, tan pequeños que no alcanzábamos, las cosas de la repiza que intencionalmente nuestros padres ponían nuestras cosas favoritas, donde los colores eran más importantes y que aprenderse los pesados cursos universitarios en una semana difícil o donde salir a pasear era una aventura con una mística especial diaria y nos gustaba ir descubriendo las cosas y ponerle nombres a las cosas, eran nuestros nombres, nuestros juegos, nuestros sueños.

Épocas en la que uno era niño y pensaba en niñas y las niñas pensaban en juegos y los juegos se complicaban cada vez más, y los niños dejaron de ser niños dándose cuenta que ya no lo eran. Ahora son hombres, grandes hombres, que tienen que trabajar para comer y poder respirar, con la gran satisfacción que al llegar a casa encontrarán a las que fueron niñas y hoy son sus esposa, con sus hijos, y les dirán cuanto los amas y ellos responderán con el mismo amor y eso será todo lo que necesiten para vivir. Y el sudor que antes era un juego hoy será un esfuerzo, un gratificante esfuerzo; mientras sus niños gozan de la niñez y miran niñas y las niñas miran juegos y cuando uno es niño los juegos lleno de sonrisas e inocencia terminan en un final feliz